Imagen cogida de la red
DESTIN
Unul
ce trăieşte zilele cu vehemenţă certă: ignoră, chiar dacă destinul este
[această
sufocare
zilnică
a viselor, a foamei, a istoriei. Timpul trece prin el ca o barbă
extinsă
de mesean, fără un calendar precis.
Îmi
asum din ce în ce mai mult acest timp ce trenează după-amiezile. Înfrunt
[multitudinea
trotuarelor
reci, a irealităţii podurilor suspendate ale gândirii.
Uneori
se accetuează sensibilitatea acoperişurilor.
Există
ochi pretutindeni în căutarea respiraţiei cu tenacitate gotică.
(Uneori, aş arde toate păcatele ce ne
asaltează, masa goală,
asasinatele, curţile fără jucării. Această
parte întunecată a zorilor
şi cred doar într-un alt ego, fără furtunile
bete ale vântului.
Uneori îmi doresc să şterg feţele infinitului.
Ştiu că există bestii întunecate în melodia
abisală a morţii.)
Dintr-o
dată, nu mai fac distincţia dintre un trecător comun şi un călău.
Între efemer
şi spumă, între vise infirme şi batistele umbrei.
Înainte
de dorinţa de a fi, ochii goi dedesubtul luminii.
Uneori
este la fel de clar sau de obscur ca suflarea ţării.
Uneori
ţin limitele dintre piatră şi hârtiile cu antet ale notarilor siniştri.
În
toată negura, ciudatele staţii de apă cu gunoiul lor canalizat:
ameţit
în claritate, fiecare delir e diferit, fiecare furie.
Acum
cred doar în pasărea ce a fost ucisă în piept, în temerile
ce
au scuturat fiecare mişcare, în veneraţia pantofilor, gândindu-mă la mama.
Întotdeauna
este oribil un surâs în mijlocul morţii.
©
André Cruchaga, Barataria, 23.IV.2015
©
Traducerea Ioana Haitchi – Jeanne Christiane, 24.04.2015, Klausenburg
DESTINO
Uno vive los días con cierta vehemencia: ignoro si el destino es
esta asfixia
diaria de sueños, hambre, historia. El tiempo se adentra en uno con barba
extensa de comensales sin un calendario expedito.
Me asomo cada vez más, a ese tiempo de trenes de la tarde. Frente a la multitud
el frío de las aceras, la irrealidad de los puentes colgantes del pensamiento.
A veces se acentúa la ternura en los tejados.
Hay ojos por doquier que miran los rincones del aliento con tenacidad gótica.
(A veces quisiera incinerar todos los pecados que nos agobian, la mesa vacía,
los asesinatos, los patios de las casas sin juguetes. Ese lado oscuro del alba
y pensar sólo en el yo del otro, sin las borrascas ebrias del viento.
A veces quiero borrar las muecas del infinito.
Sé que hay oscuras bestias en la melodía abisal de la muerte.)
De pronto no distingo entre el transeúnte común y el verdugo. Entre lo efímero
diaria de sueños, hambre, historia. El tiempo se adentra en uno con barba
extensa de comensales sin un calendario expedito.
Me asomo cada vez más, a ese tiempo de trenes de la tarde. Frente a la multitud
el frío de las aceras, la irrealidad de los puentes colgantes del pensamiento.
A veces se acentúa la ternura en los tejados.
Hay ojos por doquier que miran los rincones del aliento con tenacidad gótica.
(A veces quisiera incinerar todos los pecados que nos agobian, la mesa vacía,
los asesinatos, los patios de las casas sin juguetes. Ese lado oscuro del alba
y pensar sólo en el yo del otro, sin las borrascas ebrias del viento.
A veces quiero borrar las muecas del infinito.
Sé que hay oscuras bestias en la melodía abisal de la muerte.)
De pronto no distingo entre el transeúnte común y el verdugo. Entre lo efímero
y la espuma, entre los enfermos de sueños y los pañuelos de las sombras.
Ante el querer ser, los ojos vacíos debajo de la luz.
A veces es tan claro u oscuro como el aliento de la patria. A veces tiene linderos
de piedra y papeles membretados de notarios siniestros.
En toda la bruma, el agua extraña de las estaciones con su baratija
de alcantarilla: aturdido en la claridad, cada delirio es diferente, cada furia.
Ahora sólo pienso en el pájaro que se ha muerto en el pecho, en los miedos
que tare cada movimiento, en el pasmo de los zapatos, pensando en mamá.
Siempre es horrible una sonrisa, en medio de la muerte.
Ante el querer ser, los ojos vacíos debajo de la luz.
A veces es tan claro u oscuro como el aliento de la patria. A veces tiene linderos
de piedra y papeles membretados de notarios siniestros.
En toda la bruma, el agua extraña de las estaciones con su baratija
de alcantarilla: aturdido en la claridad, cada delirio es diferente, cada furia.
Ahora sólo pienso en el pájaro que se ha muerto en el pecho, en los miedos
que tare cada movimiento, en el pasmo de los zapatos, pensando en mamá.
Siempre es horrible una sonrisa, en medio de la muerte.
© André Cruchaga,
Barataria, 23.IV.2015
© Ioana Haitchi –
Copywrite – Toate drepturile rezervate
No hay comentarios:
Publicar un comentario